¿Qué es la salud?

por Anacleta Bird y Josep Gardenyes

«La gente muere aquí de malnutrición, no por hambre, sino por obesidad. Muchos occidentales la sufren en su día a día. La comida que comemos ha sido descrita como ‘anti-nutritiva’ por algunos nutricionistas -importada, empaquetada con materiales tóxicos, y producida por una maquinaria de agricultura industrial masiva (suelos pobres e insecticidas)-. La comida rápida y las chucherías no son comida. La comida que comemos no nos sana, nos hace daño. El conocimiento y proceso de cultivar, cosechar y recolectar nuestra comida también se ha perdido -junto con el proceso curativo de estas actividades, nuestra conexión con la naturaleza y la sensación de autonomía sobre nuestras necesidades básicas y supervi-vencia- (…) Ya no recordamos cómo curarnos a nosotrxs mismxs. Incluso si nos acordáramos, las enfermedades producidas por la sociedad tecno-industrial probablemente estén fuera del alcance de los remedios tradicionales, y la industrialización ha eliminado muchas de las plantas que empleaba la medicina natural. [Vivimos en] un desierto agrícola e industrial.» Beyond Amnesty.

Tendemos a confundir salud, sanidad y medicina. Salud es una capacidad inherente; medicina es un arte y una ciencia [1]; la sanidad es una estructura que engloba unos servicios sanitarios. La definición presentada por la Organización Mundial de la Salud dice que «la salud (del latín salus) es el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o molestia». Podríamos definir la salud como el estado físico-emocional en el cual se encuentra una persona y varía según el momento. Se podría decir que es una capacidad inherente al organismo. Toda persona viva que por tanto tenga organismo tiene salud.

La palabra «curar» proviene del latín «curare» y significa cuidar. Por tanto, podríamos decir que curarse es cuidarse. Se trata de aplicar con éxito los remedios correspondientes para tratar una lesión o dolencia. La salud es nuestro estado natural. La esencia de la curación consiste en eliminar los impedimentos que no nos dejan estar en equilibrio con nosotras mismas.

Pero, ¿qué hace que nuestra salud se altere? Existen diversos factores que propician un estado de malestar. Generalmente, cuando nuestras necesidades básicas se ven alteradas (falta de higiene, alimentación desequilibrada y vivienda en malas condiciones) o nuestro espacio ambiental se modifica (contaminación, ruido, ritmos acelerados, químicos y pesticidas) enfermamos. La enfermedad no es más que una alteración de nuestro organismo frente a un ataque externo. Nuestro cuerpo comienza un proceso de defensa, es lo que llamamos autocuración. Se activan una serie de mecanismos y, si los dejamos actuar, es probable que volvamos a un estado de equilibrio.

El problema es que muchas veces no tenemos tiempo para curarnos, no respetamos nuestros ritmos.

A veces necesitamos enfermar para poder estar sanos. Por tanto, la salud, más que un estado, es un proceso en el cual el bienestar o la enfermedad se manifiestan. Es imposible aspirar a tener un completo bienestar a todos los niveles. Es neurótico pretender la perfección.

Muchas veces se tiene una visión idílica de la salud y esto hace que rechazemos la enfermedad. Pero la enfermedad es simplemente un proceso necesario en nuestra salud y en nuestro bienestar. Como seres orgánicos enfermamos. Pero, ¿qué es la enfer-medad?

Podríamos definir la enfermedad como el proceso por el cual nuestro cuerpo entra en una crisis curativa sabiamente provocada por el organismo. Por tanto, tenemos que aprender a tratar la enfermedad como parte de nuestra salud, a saber gestionarla y soportarla de una manera no angustiosa, sino sana y curativa. Hemos de comenzar a confiar en nosotros mismos, en el gran poder autocurativo de nuestro organismo. La mayor parte de las enfermedades (inflamaciones, infecciones, diarreas, sarpullidos, congestiones, fiebres, etc) son autolimitadas; es decir, tienen un principio y un final. El cuerpo se suele curar el solito (casi siempre), ya que dispone de sus propias armas para hacerlo. Es lo que llamamos enfermedad o crisis curativa (fiebre, tos, sudores, inflamación, etc ). El dolor nos avisa de que alguna cosa no está funcionando bien y que hemos de prestarle atención a esta parte.

Por descontado no siempre encontraremos el remedio en la autocuración . En muchos casos la intervención de personas especializadas será necesaria para sanarnos. Pero cabe saber encontrar un equilibrio entre confiar en nuestros cuerpos y saber cuando necesitamos acudir a alguien que nos facilite las herramientas para sanarnos.

El problema de todo esto es que hemos perdido gran parte del legado histórico que nuestros antepasados han ido transmitiendo de generación en generación. El capitalismo, al arrasar pueblos y culturas ha ido eliminando sabias y autóctonas visiones de la salud, de la cura, de la curación, del bienestar, del malestar, etc. Y esto ha hecho que la sanidad haya estado monopolizada por el poder. De esta manera se genera la división especialistas-pacientes, lo que provoca una fuerte segregación de conocimientos, ya que el enfermo pierde totalmente los recursos para sanarse. Esto es negativo por dos motivos. En primer lugar porque la sabiduría queda en manos de unos pocos y esto puede ser utilizado para finalidades lucrativas, como esta pasando actualmente con todo el negocio existente de farmacéuticas y sanidad. En segundo lugar porque el enfermo pierde totalmente su autonomía y su capacidad propia de curación, lo que provoca que tenga que depender innecesariamente de un sistema sanitario, que en muchas ocasiones no necesitaría recorrer si dispusiera de las herramientas necesarias para su curación, provocando gran ignorancia sobre su propio cuerpo. Estamos en manos de un sistema que solamente cree en los beneficios. Se aprovecha de nuestro desconocimiento y nos muestra un único camino: la confianza ciega en una serie de tratamientos suministrados por expertos de la salud que se sitúan por encima nuestra y resultan ser una especie de dioses.

La salud de una población depende sobretodo de la manera de vida y de las condiciones ambientales y psicosociales (mucho más que de la asistencia médica). Grandes laboratorios y evolucionadas teorías han ido inculcando a través de los años unos hábitos que nos han ido alejando de nosotras mismas. Esto nos ha convertido en seres depen-dientes de las grandes multinacionales y de los grandes especialistas.

Ejemplos como la teoría microbiana que se basa en la hiperlimpieza, eliminar los microbios de nuestro cuerpo y de nuestro entorno, están generando una epidemia de alergias, de asma y de enfermedades autoinmunes. Nuestro concepto de higiene es perverso porque hemos llegado a creer que los microbios y las infecciones son malas (nuestra hiperhigiene es perversa, nociva). Nos hemos vuelto enemigos de nosotros mismos. Digamos que en siglos pasados la gente moría por falta de higiene (los médicos no se lavaban las manos antes de intervenir en un parto por ejemplo, o utilizaban instru-mentos de un paciente en otro sin limpiarlos previamente) y ahora enfermamos por extrema higiene.

El miedo que nos genera enfermar y las nuevas enfermedades surgidas a raíz de las condiciones de vida precarias (no descansar lo que necesitamos, alimentarnos con alimentos de mala calidad que nos llenan pero no nos nutren, el estrés, la contaminación, los químicos, etc) han hecho que generemos una dependencia con la industria farma-céutica. Soñamos con descubrir una pastillita para cada problema. Porque esperamos que las soluciones a nuestro malestar provengan desde afuera. No nos esforzamos por cambiar los hábitos que nos dañan, simplemente tomamos pastillas que obviamente no pueden solucionar un problema de base. Esta dependencia a los fármacos, por adhesión, es un buen caldo de cultivo para la epidemia de drogodependencias.

Es así como dejamos de creer en nuestro poder autocurativo y nos volvemos depen-dientes de un mundo de mentiras y de necesidades creadas para vaciarnos los bolsillos.

Así es como las multinacionales farmacéuticas no paran de lucrarse con las angustias y enfermedades de la gente. Cohabitan sin ningún problema con los sistemas sanitarios insolidarios.

El problema es que por más que nos mediquemos, si no rompemos con el sistema que nos explota, que nos hace vivir vidas miserables a fuerza de trabajo-consumo-facturas, que nos aleja de de nosotras mismas, nunca seremos personas sanas. Somos animales y seres orgánicos, si no entendemos esto estaremos siempre luchando contra nosotros mismos. Estamos destruyendo la naturaleza que nos alimenta y nos da cobijo, no vivimos acorde a lo que somos. Fabricamos y consumimos productos nocivos que no necesitamos y nos perjudican. Forzamos nuestro cuerpo, no le damos las horas de descanso que necesita, ni los alimentos apropiados. Después pretendemos que un médico y una pastilla nos salven. Y continuamos viviendo las vidas que nos han marcado vivir, sin cuestinar nada, con la cabeza agachada. La rueda de la explotación gira y gira y nuestra salud se deteriora poco a poco.

Las enfermedades no son un capricho de la naturaleza. Hemos de escucharlas porque nos están enseñando el camino. Ninguna pastilla nos curará si no nos hacemos caso. si no comenzamos a cambiar nuestros hábitos y nuestra alimentación, si no respetamos nuestros procesos naturales de autocuración, enfermaremos una vez y otra sin dar oportunidad al cuerpo de sanarse ¿La solución a todo esto? Confiar en nuestros cuerpos, generar una sanidad autogestionada dónde lo que interese no sean los beneficios sino la curación de las personas. Está bien aprender a ir más poco a poco y escuchar al cuerpo, pero no es suficiente. Solamente resulta ser una solución para la gente que tiene el privilegio de poder parar, de tener tiempo, de no tener que trabajar en dos trabajos para alimentar a los niños, pagar el alquiler y las facturas. Para los más explotados no hay tiempo para descansar. Si caes enfermo tienes que medicarte porque si coges la baja para poder recuperarte como deberías posiblemente te echen del trabajo o te miren mal. Entonces, llegamos a la conclusión de que no podemos curarnos y vivir vidas saludables sin cambiar algunas cosas básicas del mundo en el que vivimos -como la explotación- y no podemos enfrentarnos a las estructuras, sistemas e instituciones que promueven la explotación solos, sin juntarnos con las demás. Al fin y al cabo, somos seres sociales y no existe ninguna solución individual para la salud. Este libro está dedicado a este enfrentamiento contra los que nos mantienen en la miseria. Entonces aprendamos a cuidarnos mientras cambiamos el mundo.

Notas:
[1] Las frases en cursiva que encontrarás a lo largo de este texto están extraídas del texto «52 idees de la tempesta» del colectivo Sumendi.

Texto traducido del catalán, obtenido del libro: Salut en Perill. Cosos en Lluita. De la resistència a les retallades, a l’autogestió de la sanitat de Anacleta Bird y Josep Gardenyes (Barcelona, Otoño 2012). Las formas de género empleadas, combinando plurales genéricos en femenino y masculino, han sido respetadas en la traducción.